042. JUAN JESÚS HERNÁNDEZ MARTÍNEZ. Artista seleccionado 2024

 

JUAN JESÚS HERNÁNDEZ
Villena (España) 1952

1. Una reflexión preliminar

A menudo alguien se abstiene de opinar sobre un cuadro —pongamos que un paisaje de Turner— porque “no entiende de pintura”. Cuesta imaginar que ese mismo contemplador se negara a expresar su opinión sobre la naturaleza que contempló Turner mientras pintaba, arguyendo que “no entiende de paisajes”. La anécdota esconde su categoría hemos hecho del arte una actividad hermética, sobre la que los no iniciados no solo tienen poco que decir, sino que debieran callarlo, para no interferir en la doctrina de los entendidos.
Hasta hace no muchos años, yo era un mirón del arte, o, en el mejor de los casos, un artista no ejerciente, situado a este lado del espejo. Sin embargo, nunca sentí que, ante un cuadro, mi condición de profano no me permitiera opinar, emocionarme, disentir, mostrarme frío o conmovido… Cuando por fin di el paso y me decidí a pintar aquellos cuadros que crecían solo en mi fantasía, tuve la sensación del entrometido que osa adentrarse en un territorio que hasta entonces solo había visto desde lejos y conteniendo la respiración. Por suerte, me dije que, en caso de no atinar, no hacía daño alguno al arte ni a mis coetáneos el arte se alimenta también del fracaso. Así fue como me atrevía a hollar ese recinto sagrado de la pintura, a la que hay que respetar hasta el máximo, pero a la que también —espero se entienda lo que quiero expresar— hay que perderle el respeto.

2. Los inicios

Esta afirmación de voluntad creadora no supone que crea que el artista, aun aquel que “nace” artista y que se encuentra, por ello, cerca del lugar del genio, no deba hacerse mediante el trabajo en el taller y el aprendizaje de los maestros. En este punto busqué quien me ayudara a crecer sin equivocarme demasiado. Afortunadamente, pude pronto entrar en contacto con el acuarelista Antonio Requena Solera, que impartía clase en la Universidad Popular de Caudete, y que puso a mi disposición todo lo que sabe, aunque mi capacidad de metabolización y aprendizaje es limitada y hubo que proceder poco a poco, por sus pasos contados.
Otra fortuna se unió a la que ya he comentado el acuarelista Requena no busca hacer de sus discípulos una especie de imitadores de sí mismo, aventajados en el mejor de los casos, sino que trata de que el discípulo descubra su propia senda, aquella más adecuada a la personalidad de cada uno. Por eso puedo decir que, siendo importantísimo en mi formación, nunca me he sentido atado a su modo de ver el arte en su academia ideal, el maestro no es el que trata de reproducir su propio modelo en otros ejecutantes, sino el que ayuda a encontrar a ese otro artista, puede que muy distinto de él, que está agazapado o escondido en el discípulo. Solo puedo dar las gracias por ello.

3. La maduración

Como sucede con el primer amor, uno recuerda nítidamente sus inicios y los tanteos iniciales con la pintura, acaso por el sentido bautismal que tienen y por el estupor del ánimo con que se adentra en un universo al que no ha sido invitado, y en el que teme estar pisando donde no debe. Sin embargo, esa nitidez de los primeros compases se va paulatinamente borrando a medida que se avanza en el camino personal, se van asimilando técnicas, se van absorbiendo influencias, se yerra y se rectifica.
Con todo, hay hitos y magisterios que son fundamentales y que consiguen imponerse con claridad meridiana a esa borrosidad son los casos de acuarelistas como Manolo Jiménez, Javier Cárdenas, Aurora Charlo, Nicolás López, Olegario Úbeda, Álvaro Castagnet, Mustapha Ben Lahmar… De todos ellos he aprendido, con todos he realizado cursos de perfeccionamiento. Ellos me han ayudado en el proceso de decantación estética y de investigación personal, y con ellos comencé a entender un modo acuarelístico que, respirando el aire de la realidad, se alzara sobre ella, exprimiendo sus jugos pero sin atarse a la imitación de las formas.
Fruto de esa maduración son exposiciones de mi obra como las de Lucentum (Elda), Fundación Paurides (Elda), Mare Nostrum (Lizzano, Italia), Benevento (Benevento, Italia), Complesso Monumentale San Felice (Torino di Sangro, Italia). Acuarelas de mi autoría han sido seleccionadas en la V Bienal Internacional de Nuevas Técnicas (Caudete, 2019), VI Bienal Internacional de Nuevas Tecnicas, Conceptos y Desarrollos en Acuarela, así como en el II International Watercolor Festival Spain (Madrid, 2022).
Exposición de acuarelas en la Sede Universitaria Ciudad de Alicante 2023 denominada “SIMBIOSIS”

4. Una poética ideal

Probablemente carezco de las virtudes que yo mismo le exigiría a un maestro del arte vaya esto por delante. Lo cual no me angustia ni me hace sentir pequeño; al revés liberado de la obligación de “ser genial sin interrupción”, como escribía Baudelaire, me enfrento a la acuarela con la libertad de un admirador de esa realidad que va surgiendo de la mezcla y los escarceos del agua, los pigmentos, las tintas, el papel, y que habitualmente no está en mi mente antes de ponerme a pintar.
No quiere decir lo anterior que defienda el puro capricho pictórico —pintar “lo que vaya saliendo”—, sino algo bien distinto ir detrás de lo que va naciendo en el cuadro, y cuyos resultados lo mismo pueden sorprender a quien los contempla que a quien los ha pintado (porque solo haciéndolo sabe lo que pretendía hacer).
Creo haber conseguido un vehículo de expresión libre, entre informalista y abstracto, que tiene en el agua una aliada siempre caprichosa y a menudo incontrolable, y que pretende convocar aquello que se halla bajo la cáscara de lo aparente. En la estela de la afirmación de Oskar Kokoschka, para quien “el arte hace posible la esperanza que nos niega la vida”, mi concepción personal de la acuarela no persigue replicar la realidad, sino rectificarla, sublimarla o recrearla.

 

 

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